Orca llora durante horas hasta que pudieron ayudarla.
Ver sufrir a los animales, nos rompe el corazón, pero la tristeza se convierte en impotencia, cuando vemos que no podemos hacer nada para ayudarlos.
Esto sucedió en la Bahía de Hartley, en Columbia Británica, Canadá, cuando una orca quedó varada entre las rocas.
Era una orca joven y tal vez poco experimentada. Su hora de almorzar se convirtió en una pesadilla cuando se acercó demasiado a la playa y la marea baja después no le permitió volver al mar.
Unos pescadores descubrieron a la ballena y contaron que era angustiante escuchar sus lamentos de dolor e impotencia.
La orca estaba atrapada entre las filosas rocas y cualquier intento por moverla, podría ser fatal. Era muy difícil y arriesgado moverla.
Pero cuando llegó el experto en ballenas del Cetecean Lab, Hermann Meuter, él supo que no quedaba más que una opción: esperar a que volviera a subir la marea.
Sabían que tenían un arduo trabajo de ahí en más, porque sería necesario esperar casi 8 horas, hasta que el agua llegara a donde estaba la orca y le permitiera poder salir por sus propios medios.
Hermann, decidió quedarse con ella todo el tiempo.
“Estábamos solos la ballena y yo durante las primeras horas. Me sentí bien hablando un poco con ella y dándole un poco de consuelo”, dijo.
Las ballenas son animales muy inteligentes, capaces de percibir sensaciones y emociones. Hermann estaba seguro de que la orca sabía que estaban intentando ayudarla.
Así fue que él y algunos voluntarios, estuvieron durante horas acompañando a la ballena para reconfortarla, mientras la cubrían con telas y la mantenían húmeda y fresca vertiendo sobre ella agua de mar.
“Siempre que ella gritaba llamando a su familia, yo le decía que todo iba a estar bien. Traté de consolarla”, dijo Meuter, que pasó casi 15 años en el área estudiando ballenas con su pareja, Janie Wray, como cofundadores de Cetacean Lab.
Otras personas que estaban presentes contaron la emoción que les provocó escuchar a la ballena emitir sonidos de dolor y pedido de ayuda. Podemos imaginar el miedo y la angustia que debió pasar durante esas horas, pero afortunadamente, encontró personas amorosas que supieron cuidarla.
Y no sólo eso, otras ballenas se encontraban cerca como esperando a ver qué sucedía con su amiga varada.
Hermann no temía por su seguridad. La ballena estaba prácticamente inmovilizada y él estaba seguro entre las rocas.
Cuando finalmente pasaron las angustiosas 8 horas y el agua llegó a una altura suficiente como para que la orca pudiera moverse, ella sola pudo ir saliendo poco a poco de entre las rocas.
“La orca no trató de salir corriendo de las rocas. Estaba eligiendo en qué sentido sería mejor moverse. Retrocedía, avanzaba, iba de lado… todos los movimientos los hacía lentos y con calma”, contó Hermann.
Después de 45 minutos de esfuerzos por liberarse, la orca finalmente pudo salir y reunirse con su familia que la estaba esperando cerca.
Hermann cree que esta ballena pertenece a un grupo que suele visitar cada año la bahía de Hartley.
“Lo que más deseamos, es que, si volvemos a verlas el año próximo, ella esté bien y pueda vivir una vida feliz”, agregó.
Una experiencia maravillosa para los rescatistas, que volvieron a casa con la alegría y la satisfacción de haber ayudado a un ser vivo en dificultades.
¡Dios los bendiga!