“Puro amor”: tienen 96 años, se conocieron en una residencia de ancianos y se casaron.
Si alguna vez sientes ganas de bajar los brazos o de renunciar a las maravillas de la vida por estar pasando por un momento difícil, te invitamos a conocer la historia de Branca y Marcelino.
Marcelino tiene 100 años y Branca 96. ¿Quién dijo que para el amor hay edad? Ellos se casaron el año pasado en una residencia de ancianos de Campinas, en San Pablo, Brasil.
“Puro amor” dijo la hija de Marcelino. Ella estaba feliz, viendo a su padre feliz. Marcelino es un ingeniero jubilado que fue a pasar una temporada a la residencia de ancianos en donde ella vivía Branca.
Así se conocieron y él, se enamoró de ella. Ya no quería irse del lugar. Si bien se conocieron hace dos años, él le pidió formalizar su relación recién el año pasado.
Branca es una romántica nata a quien le gustan los muñecos de peluche y las muñecas de trapo. Ella decora su habitación con estos regalos que le hacen la familia y los amigos.
“De él me gusta todo, ¡todo! Es un amor, es tan dulce…” dice Branca.
Marcelino es portugués, pero por circunstancias de la vida se terminó afincando en San Pablo, Brasil. Cuando cumplió los 100 años en la residencia en la que viven, decidió que era el momento de dar este gran paso. Su relación debía avanzar.
Así fue que le pidió matrimonio a su novia de 96 y dice que hoy se siente más joven que cuando tenía 40 años. Y de esos aires de juventud también se contagió Branca. ¡Ella estaba feliz con la propuesta de matrimonio y aceptó.
Para él, era fundamental celebrar 100 años de vida al lado de su prometida.
“Me siento una mujer nueva, joven, feliz. ¿Me entiendes?”, Dice Branca entre risas.
Según cuenta la cuidadora Monize Faria Cecilio, que trabaja en la residencia, Marcelino y Branca siempre fueron amigos entrañables, pero este último año se acercaron más y más.
“Branca sale de su habitación, va a la habitación de Marcelino y habla con él. Le da los buenos días y le da un beso. Si está destapado, ella va y lo cubre o le arregla la almohada. Siempre lo está cuidando”, dijo la cuidadora.
Ambos son viudos, pero no perdieron el sentido del romance. Siempre se toman de las manos, se besan y se acarician. Con el correr del tiempo, su relación se hizo más y más fuerte.
Pero el amor que se tienen estos dos abuelos que decidieron acompañarse mutuamente, también significó un reflejo positivo para el resto de las personas que viven en el lugar.
Así lo explicó Andreia Garcia Jagucheski, propietaria del lugar: “que estén en una residencia de ancianos no significa que sea el final. Es el principio. Aquí sienten amor los unos por los otros […] siempre están interactuando entre ellos, siempre juntos”, contó.
“Y fueron felices…”
Branca cuenta que antes de la boda estaba muy ansiosa y hasta con un poco de miedo. ¿Y si Marcelino se arrepentía?
“Incluso tuve miedo, dije ‘Dios mío, ¿y si se arrepiente?’ […] ¡y él pensó lo mismo! Al final, los dos dijeron al mismo tiempo: “Creía que me ibas a abandonar“. Pero aquí, nadie abandona. La boda seguía su curso y todos felices.
La ceremonia se organizó en la misma residencia en la que ellos viven y se decoró el salón para este hermoso acontecimiento.
Había pastel, anillos y padrinos y por supuesto, no podían faltar los hijos de los novios, que estaban felices y orgullosos de acompañarlos en este día tan hermoso. Todos los invitados estaban emocionados.
“Cuanto amor… Amor desinteresado, amor puro y verdadero. Todo esto me conmueve muchísimo porque es genuino y real”, dijo Marilinda Ribeiro dos Santos, la hija de Marcelino.
El amor puede estar a la vuelta de la esquina y puede aparecer en cualquier momento. Para los románticos, siempre hay una oportunidad para encontrar a la persona ideal.
Les deseamos a Marcelino y a Branca, toda la felicidad del mundo.