5 hijos comparten las razones por las que piensan que sus mamás son las mejores.
Es cierto que nadie nos enseña a ser madres, pero, aun así, todas intentamos hacer lo mejor porque nos mueve el sentimiento más intenso, profundo e incondicional que puede tener un ser humano: el amor de madre.
Comúnmente hablamos de la relación entre padres e hijos o entre nietos y abuelos, pero… ¿qué tienen para decir los hijos de sus madres?
Esta vez vamos a compartir 5 testimonios de hijos que cuentan por qué piensan que sus madres son las mejores del mundo. Entrega, sacrificio, devoción… Estas madres lo han dado todo y sus hijos, como buenos hijos agradecidos, expresan su gratitud como más lo sienten.
“Tenía tan sólo dos años de casada cuando descubrí que mi esposo me engañaba. ¿Con un bebé recién nacido, qué podía hacer? Estaba desconcertada, avergonzada, herida… Me dije que no tenía más remedio que quedarme y soportar. Hasta que un día lo vi con mis propios ojos. Mi marido caminaba de la mano con otra mujer. ¡Era un horror!
Fue entonces cuando supe que tenía que hacer algo. No había compartido esta angustia con nadie, pero de pronto, lo vi muy claro: tenía que hablar con mi madre.
Cuando se lo conté no hizo preguntas, no hizo comentarios, ni siquiera habló mal de él. Simplemente, me subió a su auto, me llevó a mi casa y me dijo: ‘reúne todas tus cosas y las del bebé lo más rápido que puedas. De esto vamos a salir juntas porque no es el primer obstáculo que nos toca enfrentar como familia. No te preocupes, yo siempre estaré a tu lado’. Pasaron 10 años desde ese día y aún hoy me emociono cuando lo recuerdo. ¡Gracias por tanto, mamá!” (Sofía, 36 años).
“Mis padres se separaron cuando yo tenía 8 años y mi hermano 10. Mi padre a veces aparecía y a veces no y desde muy chicos supimos que sólo dependíamos de mi madre.
Cuando ya teníamos 18 y 20 años, con mi hermano y otros amigos organizamos una banda de música. No éramos los Rolling Stones, pero nos gustaba hacer “recitales” en el patio de nuestra casa.
Cuando mi padre lo supo, lo primero que dijo fue que era una pérdida de tiempo, pero mi madre siempre nos apoyó y nos incentivó para que hiciéramos lo que quisiéramos.
15 años después, mi hermano tiene su propio negocio y yo soy arquitecto. Lo de la música fue un entusiasmo de adolescentes, pero jamás olvidaré que mi madre nos acompañó y nos animó con cada uno de nuestros proyectos. Ella es todo para nosotros.” (Javier, 34 años).
“De niña siempre fui muy tranquila, pero cuando llegué a la adolescencia me puse un poco rebelde. Entre tantas manifestaciones de rebeldía, se me ocurrió teñirme el cabello de color violeta. ¿Y quién creen que me dio el dinero para comprar la tintura y me ayudó a teñirme? Sí, mi madre.
Cuando mi abuela vio mi cabello, estaba azorada. ¡No lo podía creer! Empezó a hacer comentarios, que qué iban a decir los vecinos, que yo estaba muy rebelde, que eso no podía ser… Mi madre la dejó hablar durante un rato, pero después de unos minutos le dijo: ‘Basta. Con el cabello violeta no le hace mal a nadie. Que aproveche ahora que es joven. Dentro de unos días lo puede volver a tener con su color natural’.
Mi madre me defendió en mi locura con el cabello violeta que, por supuesto, me duró sólo unos pocos días; pero ella con ese gesto me hizo saber que me quería, que me apoyaba y que yo era lo más importante para ella”. (Lucía, 31 años).
“Soy hijo único y siempre supe que, para mi madre, yo era lo más importante en el mundo. Y lo pensaba porque siempre se preocupaba por mí, me cuidaba, me mimaba y lo que era más importante, me lo decía con palabras.
Un día, fuimos a pasar un día al campo. Habíamos llevado todo para hacer un picnic y también habíamos llevado mi cometa, porque a mi me encantaba. Era uno de mis pasatiempos preferidos y ese día, el viento era ideal para ver volar mi cometa como tanto me gustaba.
Mi madre me miraba correr, me sacaba fotos y algunas veces me ayudaba; hasta que de pronto vimos que otro niño intentaba remontar su cometa sin mucho éxito.
Y entonces mi madre me dijo: ‘vamos a ayudar’. Ella se acercó al niño, hablamos unos momentos y un rato después, su cometa volaba muy cerca del mío.
En mi mente de niño, ese día descubrí que mi madre no sólo se portaba bien conmigo, sino que era una buena persona.
Hoy ya no está conmigo, pero estos recuerdos me acompañarán por siempre.” (Ignacio, 56 años).
“Cuando era chico, vivíamos en un barrio muy pobre. De hecho, nosotros éramos pobres y nuestros vecinos también. Mi padre trabajaba todo el día, pero mi madre prefería quedarse en casa cuidándonos, aunque a veces hacía algunos trabajos de costura, ya que era buena costurera.
Un día, vimos que una familia nueva se instalaba en la casa de al lado. Rápidamente, mi madre se acercó a conversar con la nueva vecina y como se acostumbraba en aquella época, se ofreció ‘por cualquier cosa que necesitara’.
Pasado un tiempo, mis hermanos y yo nos hicimos amigos de los vecinos y jugábamos siempre juntos en el barrio.
Los caminos de la vida nos llevan a distintos lugares. ¡Es increíble! Porque 30 años después, mientras estaba sentado tomando un café y leyendo un libro, se me acercó un hombre y me saludó por mi propio nombre. ‘¿Cómo estás Ángel, tanto tiempo?’ dijo el desconocido. Yo me sorprendí. No conocía en absoluto a ese hombre, pero él sabía mi nombre.
‘¿No me reconoces? Soy Luis, tu vecino. Pasaron 30 años…’ Y entonces lo recordé. Era uno de los hijos de la familia que vivía al lado de mi casa. Pero lo más increíble, fue que él recordaba a mi madre y se emocionó cuando le dije que había fallecido hacía tres años.
‘Cuando llegamos al barrio, mi padre no tenía trabajo y algunas veces no teníamos ni para comer, pero tu mamá siempre nos traía alguna cosita diciendo que había cocinado mucho. Yo sabía que lo había hecho para nosotros. Jamás lo olvidaré’.
Y entonces fue mi turno de emocionarme, porque mi madre jamás nos dijo que les preparaba comida a los vecinos. Ella era solidaria y buena. Que orgulloso estoy de que haya sido mi madre.” (Ángel, 43 años).
Todos tenemos una historia para contar de mamá. Una historia que nos hace sentir orgullosos de ser sus hijos. ¡Comparte tu historia!