Jubilado de 67 años viajó por Sudamérica en su auto modelo 77 y regresó feliz a casa.

“Viajar, es cambiarle la ropa al Alma”. ¡Qué hermosa frase! Para los que amamos viajar la historia de Alberto Carlos Fröhlich es inspiradora.

Alberto Carlos es originario de Brasil y a los 67 años se encontró jubilado, gozando de buena salud y con unas ganas locas de recorrer mundo.

Él ya trabajó en un circo, en una fábrica de juguetes, fue comerciante y panadero y ahora, le llegó la hora de disfrutar de lo que más le gusta: viajar.

Y entonces se decidió. Quería hacer algo diferente y empezó por pensar en llevar a su hijo y a su nuera a visitar a unos amigos en Lima, Perú; pero su hijo dudo de que el Fiat 147 los llevara a su destino y decidieron viajar en avión.

“Al final, renunciaron al viaje. Nos dejaron solos a mí y al coche. Me dejaron llorando”. Claro, Alberto Carlos ya se había hecho ilusiones de hacer un viaje tan lindo.

Tomar la decisión.

Y entonces se decidió. Él no quería quedarse sin viaje y fue así que subió a su auto una caja de herramientas, una maleta con ropa, un colchón, una tienda de campaña y otros objetos y se subió a su Fiat 147 modelo 1980 y emprendió viaje por donde los caminos lo llevaran.

De noche, rebatía los asientos y dormía en su auto. Otras veces, paraba en un camping en donde se bañaba y comía o en gasolineras en donde compraba alimentos y otras comidas.

“La receptividad que recibí fue asombrosa”, recuerda. “Fue un regalo para mi vida. Gente, paisajes y experiencias espectaculares. Nunca, nunca lo olvidaré”, comentó.

El viaje duró 45 días y gastó aproximadamente 9000 reales, pero dijo que todo lo que había vivido no tenía precio.

“No me importó el costo, sólo el placer que estaba sintiendo”, dijo Alberto Carlos.

Ayudar para ser ayudado.

Cuando llegó a Argentina, ingresó por una provincia que se llama Chaco, hasta una ciudad llamada Pampa del Infierno. Allí, los habitantes del lugar le advirtieron que el calor era insoportable y que podía llegar a los 50°.

Contó que tuvo que rociarse agua cada tanto mientras viajaba y dejar un poco abierto el capó del auto para que no se recalentara el motor.

Otro día, en medio de la nada, vio un camión gigante con el capó abierto y sin batería. “Me detuve para intentar ayudar de alguna manera. Conseguimos unos cables para una conexión directa y conectamos la batería del camión a la del Fiat, y funcionó. Mi pequeño autito logró hacer andar al camión gigante. Estaba feliz”, recuerda.

Ya habiendo llegado a Chile, decidió buscar un lugar para dormir y entonces les preguntó a los carabineros chilenos si había algún lugar cercano donde poder descansar.

Finalmente, ellos mismos lo recibieron, le dieron un alojamiento, lo ayudaron a lavar la ropa y le dijeron que, mientras se daba un baño caliente, le prepararían una cena típica chilena. “Pienso en lo solidarios que fueron y me emociono”, cuenta este viajero apasionado.

Alberto Carlos vivió una experiencia única para él, que jamás olvidará. “Lo realmente bueno es haber vivido todo esto. No hay manera de contar todo lo que pasó, porque hay que estar en muchos sitios para sentir la energía. Ahora puedo decir que lo viví de verdad, fue mágico. La mejor experiencia”, afirmó.

La próxima aventura de Alberto Carlos.

Bien dicen que todo aquel que empieza viajar, después no quiere parar. Eso le está pasando Alberto Carlos que ya está planeando su próxima aventura. Después de haber recorrido Brasil, Argentina, Chile, Paraguay, Bolivia y otros, él espera continuar con su sueño de viajar.

Espera que el próximo viaje sea pronto y esta vez, quiere que su esposa Celia lo acompañe. Ellos llevan 43 años de casados. Él no sabe si ella estará dispuesta, pero dice que quiere “inspirar y animar a otras personas a salir de la zona de confort, a aventurarse más para vivir experiencias diferentes”, concluyó.

Le deseamos la mejor de las suertes y que siga disfrutando de las maravillas de viajar.

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